No me perdí un solo minuto de las dos sesiones de la  “Moción de Censura” contra el gobierno menos creíble de la historia de España. Casi todos los que hicieron uso de los micrófonos administrados por la Batet –menos las excepciones que mencionaré– fueron únicamente a hablar de lo suyo, de lo que le puede dar réditos para seguir viviendo sin dar palo al agua y con el objetivo nunca expuesto, a pesar de que siempre presumen de transparencia, de terminar tan ricos como Felipe González, Bono o Zapatero, sus predecesores en este rentable oficio de chupóteros de estado. Y, para muestra, el último botón de la corrupción, el de la cesada directora de –nada más y nada menos– la Guardia Civil y su adquirido ático de un millón de euros.

Sólo Abascal, Tamames, Iván Espinosa de los Monteros y la muy disminuida y casi abatida Arrimadas se centraron en lo que interesa a todos los españoles de bien. Lo grave en el caso de Inesita la Triste, aunque normal en el comportamiento habitual de su partido, el que le está llevando a la desaparición,  fue su voto: un incoherente "NO".

Las comparecencias del Doctor Fraupedo,  la Tucan@ que sueña con sumar y el sanchinflesco Patxi (por sólo citar a los del desgobierno) fueron, como acertadamente apuntó el lúcido Tamames, interminables mítines que sólo pueden comprar aquellos que viven de lo que maman a través de sus cargos públicos designados a dedo.  Gracias a VOX, y a su moción, espero que unos cuantos más hayan abierto ojos, oídos y cerebros.

También me veo obligado a mencionar, por el mal rato que pasé escuchando su perorata,  al grupo de los que apoyan con su "Sí es Sí" al gobierno para seguir recibiendo las dádivas que salen de nuestros bolsillos. Son muchos, así que sólo citaré a los que más repugnancia me provocaron: la bildu-etarra, el cantamañanas del PNV, el Rufián bufonesco y esa veleta de carita ingenua y alma corrupta a la que hemos visto envejecer en su inamovible escaño y que responde al nombre de Ana Oramas. ¡Qué personaje!

Y termino con la que habló no sólo en representación de su partido sino de su jefe, ese que se hizo el sueco pero que cada día se parece más a otro gallego: Mariano el Rajao. El discurso de  Cuca Feijóo fue  de cuco, o sea,  taimado, buscando un rédito cara a las próximas elecciones que no creo que pueda ser comprado por peperos decentes. ¡Ay Cuca, una vez más, la has cagado! Eso sí, reconociendo que el supositorio que provocó tu diarrea verbal  te lo introdujo Feijoy.

Conclusión clara: sólo queda VOX.