Como cuenta el vecino austriaco de Koller, el gran Stefan Zwieg, en su libro “Momentos Estelares de la Humanidad”, a este Real Madrid Carlettiano, mermado, como nunca antes había visto, por las lesiones, le ocurrió lo mismo que al no menos  grande Händel y ha resucitado para regalarnos cuatro goles que, como soles, han hecho florecer la esperanza de que podamos ganar nuestro octavo Mundialito.

Dirigidos por ese capitán por muchos ninguneado, Nacho –otro partido para calificar con un notable alto–, supo superar sus momentos más débiles y desnortados del partido –y en ese aspecto negativo, hay que decirlo, el líder fue mi admirado Eduardo Trenzas Largas– y, también, superar el inesperado y sibilino arbitraje del uruguayo Matone –perdón, Matonte…¿en qué estaría pensando? – que nos robó un claro penalti a Vinicius y remoloneó todo lo que pudo para conceder el segundo, igualmente sobre el Cohete de Río, que finalmente falló, falto de confianza Luka Modric.

La vuelta de Alaba, la mejora en prestaciones del Pajarito –al que espero que ese gol de la templanza, con ese genial recorte que le permitió marcar a puerta vacía, le devuelva la confianza perdida–, el cada vez más efectivo acoplamiento entre Vinicius y Rodrygo y la vuelta del trío del centro (Modric, Tchouamení y Kroos) se tradujo en una mayor efectividad en ataque. Fue impresionante el nivel con el que el croata, luego fallar la pena máxima, cerró el partido.

Y  párrafo especial para Lunin, que representó una excelente versión ucraniana de Courtois y, con la misma firmeza con la que sus compatriotas se están defendiendo de la invasión rusa, resistió el ataque egipcio. No me esperaba una actuación así y es otro argumento para reforzar mi optimismo para la final del sábado.

Lo más divertido fue que con el partido en un cerrado 1-2, el rebautizado como Matone, agregara ocho largos minutos a la segunda mitad con la esperanza de que los chicos de Koller se garantizaran la prórroga. Lo que pasa es que este gallo uruguayo no debe saber muy bien cómo termina los partidos el Real Madrid y decir que le salió el tiro por la culata es ser demasiado generoso. Primero, Rodrygo, con la necesaria y artística ayuda del recién incorporado Dani “Notevayas” Ceballos marcó el golazo que puso la diferencia, ya infranqueable, en el noventa y dos y, luego, para hacer todavía más épico el final, el canterano Arribas, convierte  en gol el primer balón que toca. ¿Se puede pedir más?  Pues sí, que marquemos aún más goles en el partido contra las huestes saudíes.

¡Hala Madrid!