Empieza la Liga Rubiales y, con ella, el fútbol real, el de la dura lucha, contra todo y contra todos, para sumar de tres en tres. Ese gentleman italiano que responde al nombre de Carlo Ancelotti cumplió  con su palabra y renovó medio equipo para enfrentar al recién ascendido y recontramotivado Almería del Caballo Poderoso: Lucas Vázquez, Rüdiger, Nacho, Camavinga y Tchouameni reemplazaron a Carvajal, Militao, Alaba, Modric y Casemiro, titulares de la recién conquistada Supercopa de Europa. La idea, desde que fue, por él, anunciada, me pareció muy acertada, pero una cosa es la dócil pizarra de los planes  y otra, muy diferente, la tozuda realidad.

El planteamiento de Rubi (por favor, no confundir con el amigo de Piqué), retrasando y apretando las líneas, a la espera de poder irse a la contra, funcionó, casi, a la perfección y provocó en los miles de aficionados que volvían a primera la sensación de que una victoria contra el gigante blanco era posible. Y parecíó que el milagro era posible, porque Ramazani le ganó, tras apenas poco más de cinco minutos de juego, la espalda a Nacho y a Rüdiger y, sólo ante Courtois, inauguró un marcador que llenó de esperanza a sus fans.

La cara de Carletto, tras el gol, era una muestra clara de que no le gustaba lo que estaba viendo, a pesar de que sus  chicos, supuestamente, tenían el control y, una y otra vez, arremetían contra la muralla almeriense. No recuerdo un partido donde el Real Madrid ejecutara tantos saques de esquina y, todos, fallidos. No tengo idea de cuántos fueron, pero no me extrañaría nada que Chendo fuese enviado al Reino Unido para averiguar si esta andanada de 2corners" puede ser inscrita como un auténtico Guinness Record. Kroos lo intentó por la esquina derecha y por la esquina izquierda pero, o lo despejaban las cabezas de Ely, Kaiky y Chumi, o Fernando, muy seguro todo el partido, neutralizaba sus blancos propósitos.  El Madrid no encontraba huecos en la defensa rival y, una y otra vez, la mayor parte de sus disparos se estrellaban contra ella. Camavinga y Tchouameni, eficaces para recuperar balones, no eran capaces de generar claras oportunidades de ataque y Rocket Vini, por su parte, aunque se abría espacios, a marchas forzadas, entre las filas rojiblancas no era capaz de dar un último y efectivo pase que permitiera equilibrar el marcador.

Terminado el primer tiempo, con desventaja registrada, Carletto tenía claro que la curación sólo podía llegar de las manos del Doctor Lukita y, por tanto, Camavinga se quedó en la cueva. ¿Las cosas mejoraron? Por supuesto que sí, aunque a Modric le costó algunos minutos comenzar a fabricar pases rentables y, entonces, hubo menos “corners” pero más disparos a puerta; aunque los rebotes casi nunca fueran favorables para los blancos. Bueno, nunca, hasta el minuto sesenta y uno cuando Lucas Vázquez sacó partido de uno de ellos (con destacada participación previa del Vini y Benzema) y puso el empate en el marcador.

La vida siguió igual (aunque Rubi no se acordara del madridista Julio): el Real no veía puerta, los entrenadores movían los banquillos y los recién incorporados no eran capaces de cambiar el provisional resultado. Bueno, igual, hasta que apareció él, David Alaba. La solución definitiva llegó de esta manera: falta a Modric  en zona cercana al área en el minuto setenta y cuatro; Carletto aprovecha la ocasión para cambiar a Alaba por Mendy; este, muy decidido, le dice al bueno de Kroos que la tira él y, entonces, saca de su privilegiada pierna izquierda un disparo fulgurante, de precisión quirúrgica, ante el cual Fernando nada puede hacer…, y ahí se acaba el partido realmente, porque el control del Madrid fue total (aunque infructuoso) durante el resto de la segunda parte y los seis minutos añadidos por Martínez Munuera.

¡La primera remontada de la temporada! 

¡Alabado sea Alaba! 

¡Hala Madrid!