Ya era hora de que tuviésemos un domingo alegre, lleno de victorias blancas y, lo mejor, una jornada que regó abundante abono, también blanco, con la esperanza de tener una productiva temporada. Sigamos, entonces, con la secuencia dominical.

Cuarta Supercopa consecutiva.

Muchos, lo sé, estaban preocupados por la estrecha victoria sabatina contra el Tenerife; tanto es así que, me temo, decidieron que era mejor no arriesgarse a sufrir una molesta taquicardia como recompensa  por  ver el partido de la final contra el rival por antonomasia. Servidor, en cambio, estaba tranquilo, confiado como siempre que tiene que respaldar al Laso Team, ahora renovado, todavía falto de los automatismos necesarios para la perfecta coordinación y con bajas (por lesión o ausencia) importantes para un partido de tan alta tensión, como las de Rudy, Randolph, Thompkins o Carroll. Los chicos de  Jasikevicius, en cambio, tras aplastar al Valencia parecían llegar más en forma, pero…

El Barcelona comenzó el partido con una precisión en los tiros de tres que asustaba, pero ni por eso un Madrid menos eficaz los dejó despegarse, gracias, sobre todo, a un crecido Alocén y a otro de los héroes permanentes del partido, el galo Poirier. Así, el primer tiempo se cerró con un razonablemente equilibrado marcador, aunque siempre con los blancos por debajo.

El segundo tiempo, con la aparición de un brillantísimo Llull, marcó la primera ventaja madridista: 23-24, aunque terminamos con seis por debajo,  y quiero decirlo con rotundidad, gracias a un arbitraje que decidió cerrar los ojos ante las faltas blaugranas. Justo, por tanto, el cabreo del Laso Campeador.

El tercer tiempo pareció ser la debacle de los nuestros: pérdidas de balón, poca efectividad durante todo el partido por parte de "Martillo Pilón" Tavares (seguramente porque acababa de regresar de disputar el campeonato africano), errores en los pases. Los barcelonistas, henchidos de gozo y confianza, liderados por el “blancodiado” Mirotic y por el Pedrito Oriola, llegaron a tener una ventaja de 19 puntos; ventaja que muchos  (otra vez) pensaron que era irrecuperable. Servidor, sin embargo, estaba disfrutando con tranquilidad del partido; era como si estuviese viendo una película hollywoodense de los años cuarenta con la certeza de que el Séptimo de Caballería llegaría a tiempo para arrebatar la victoria que el enemigo ya, húmedamente, acariciaba.Y eso fue, exactamente, lo que ocurrió: apareció de nuevo el Increíble Llull, recargó las pilas Poirier, se recuperó de su golpe Alocén y, ellos tres, comenzaron a liderar la deseada remontada y la desventaja se redujo en diez puntos. 

El cuarto tiempo fue el parcial soñado: un Barcelona desquiciado que se venía abajo, un Madrid que no daba un balón por perdido y que, poco a poco, se fue acercando hasta que, en el último minuto tomaron el mando definitivo. Final: 83-88.

Emocionantes las lágrimas de nuestro nuevo capitán (estarás orgulloso, Felipón) y justo MVP, Llull. Conmovedor el abrazo de Laso al capitán. Grandioso, una vez más, el Laso Team. Si es que, ¿qué podemos decir que no hayamos dicho antes? ¡Siempre con el Laso Team!

Goleada al equipo de Abel. 

Ya se imaginarán, aquellos que  sean capaces de leerme, que tras la celebración de la Supercopa no iba a dejar que el fallo del bueno de Miguel y el temprano gol de Santi Mina fueran a preocuparme. Y sí,   notuve que esperar mucho tiempo para que el certero Karim marcara, ayudado por el Pajarito, el primer pico del sombrero que se fabricó ayer. Cierto, me dirán también, que la alegría duró poco, pues un nuevo fallo defensivo, esta vez de Nacho (con amarilla incluida por atropellar a Aspas), y un poco de fortuna permitieron que los de Abel (siento la repetición, pero ese tío me cae mal y disfruto mucho cuando lo derrotamos) volvieran a tomar el mando del partido. Así terminó la primera mitad. Perdiendo, pero con total tranquilidad pues, excepto en esos dos errores puntuales, los blancos parecían moverse con comodidad en esa añorada (y todavía no definitiva) vuelta a casa. De ello puede dar fe el duro Dituro, guardameta celtiña.

La segunda mitad fue la que confirmó el “abelicidio”.  Minuto uno: centro milimétrico de Miguel a la bien amueblada cabeza de Karim ante lo que nada pudo hacer Dituro. Minuto cincuenta y cuatro: pase largo, profundo, de Benzema a Vini el Cohete que, demostrando que ya está superando todos los traumas de penetración que sufrió en tiempos pasados, se mantuvo sereno en el mano a mano con el portero rival y metió, contento y seguro, el tercero. Bueno, y  qué decir de su celebración (otra amarilla más) saltando a la grada a compartir su sana alegria con los fans que también regresaban a su hogar. ¡Divertido e inolvidable! Minuto setenta y dos: Camavinga (francés que debuta de blanco y que había sustituido al otra vez poco rentable Hazard) marca su primer gol madridista luego de aprovecharse, sanamente,  de un jugadón de Lukita Modric y del desesperado rechazo de Dituro que le dejó al balón a los pies y sólo necesitó empujarlo. Camavinga, querido, tengo que decirte que como soy de origen cubano tu nombre me dispara la rima. Camavinga, llegas y metes, tú tienes aché, compadre. ¡De pinga! El remate: minuto ochenta y siete, penalti de Denis sobre el imparable Vini, que ejecuta, impecablemente, Benzema para completar el hat-trick. ¡5-2, Abelillo! 

Resumiendo: si bien el juego de ataque estuvo bien, pues se notó, por supuesto, la vuelta del Doctor Lukita, es preocupante el desajuste en la defensa, sobre todo, cuando los que deben proteger a Courtois suben al ataque. ¿Qué te creías, Carletto, que me iba a olvidar de ti? 

La guinda del pastel.

Y si algo me faltaba para completar una jornada deportivamente perfecta era que Iceman Medvedev no permitiera que Nole Romperraquetas se pudiera por delante de Rafa en eso tan relevante de acumular títulos de Gran Slam. Y…,¡conseguido!

Contundente  victoria del frío compatriota de Putin sobre el serbio al que tanto le cuesta perder:  6-4,6-4 y 6-4. Y es que no sólo le ganó, también le hizo, merecidamente, llorar.

¡Felicitaciones por tu primer “Grande”, Daniil!

Sólo me faltó amanecer con la noticia de que ya habíamos dejado de sufrir al Fraupedo y a su roja y letal banda.