Ya nos tocaba tener una jornada de victoria en todos los frentes y, por ello, casi a la misma hora, el grandísimo y blanquísimo Rafa Nadal se enfrentaba, en tierras romanas, al chulesco Novak Djokovic, el único rival que, en ocasiones, le “come” la moral al Emperador de la Tierra Batida y, en campo bilbaíno, las huestes de ZZ se batían el cobre contra los chicos de Marcelino y, al mismo tiempo, resistían las embestidas de los pitoflautas de Tebas. Estos últimos liderados por el superchulo Lahoz y su avieso martillo tarjetero. 

Empecemos con el Emperador.

Tras ver la evolución de Nadal en el Masters de Roma y su comportamiento en los tres partidos más decisivos en el torneo –contra al canadiense Shapovalov (octavos de final), contra  el alemán Zverev (cuartos de final) , su reciente verdugo en Madrid, y contra Nole–, si a alguien le quedaban dudas de que el mallorquín no llegaría en condiciones de volver a levantar la Copa de los Mosqueteros estas deben haber quedado claramente disipadas.  Su remontada contra el canadiense, tras perder el primer parcial, dejó claro que los años no han mermado un ápice su espíritu ganador; su clara intención de hacer pagar a Zverev la última derrota me convencieron de que su nivel de competitividad sigue como siempre. 

¿Y qué puedo añadir a lo visto ayer, donde estaba en juego el liderato en Masters 1000 –ahora los dos cracks tienen 36 cada uno, pero Nadal  le supera, en dos, en el número de conquistas de Grand Slams– y la opción de reducir a uno el margen en los enfrentamientos personales?  Pues que Nadal, con altas y bajas en su juego, sobre todo en el segundo set donde descendió mucho la efectividad de su primer saque, supo solventar con éxito la hábil estrategia del serbio de acortar los puntos y aprovechar la colocación de Nadal en pista para freírlo con habilísimas dejadas.

No tengo claro cuál será el calendario de Rafa y su bien conjuntado equipo para terminar de preparar el asalto a París: ¿dedicará estos días previos sólo a entrenar o intentará mantener despierto el espíritu competitivo participando en algunos de los torneos 250 que anteceden al Garros?  Sea cual sea la decisión y, a diferencia de lo que me ocurre con todos los políticos –  exceptuando, claro está, los de VOX–, del Nadal Team me fío.

Vivos a pesar de LaHoz.

No fue brillante el partido del Madrid en Bilbao pero, al menos, Zinedán, quizás porque no le queda más remedio o porque tiene al menos un mínimo nivel de coherencia futbolera, sacó el mejor equipo del que disponemos ahora, en el que incluyo al muy prometedor Miguel Gutiérrez.

El Madrid comenzó mal,  con un regalo del mismísimo Casemiro a Morcillo –quien, al final, sería uno de los involuntarios protagonistas del encuentro¬–, del que este no supo sacar tajada y una llegada peligrosa de Iñaki Williams. El Bilbao presionaba arriba y el Madrid no tenía las ideas claras. Esa situación no duró más allá de diez minutos y, luego, el partido entró en un intercambio poco efectivo que no se tradujo en claras oportunidades para ninguno de los dos equipos hasta que llegó el atraco con VAR y martillo del minuto veintiocho al no pitar, el malo de Mateu, una mano clara e intencionada del antes mencionado Morcillo para interceptar un centro de Odriozola.  Con la Liga en juego uno se pregunta por qué actúan con tanto descaro los árbitros, siempre, en perjuicio del Real Madrid. ¿Saben que el Tito y su cohorte nada hará para defender al club?  ¿Que ni siquiera de desahogaran en las redes sociales o en los medios llamando robo a lo que realmente es un robo? No sé, hay muchas cosas que no encajan y creo que hay que dedicar tiempo a investigar sobre las razones que llevan a la directiva del Madrid tener una actitud tan pasiva. 

Con Modric al mando, el Madrid fue recuperando el control pero eso no se tradujo en oportunidades claras de abrir el marcador, cosa que no se hizo hasta la segunda mitad en que el equipo se activó un poco más y estas comenzaron a llegar. Las mejores de todas: la primera, cerca del minuto sesenta, un disparo del croata desde la frontal del área que permitió el local lucimiento de Unai para desviarla a córner; la segunda, apenas un par de minutos después –y tras la salida del otra vez poco efectivo Vini por Asensio–, cabezazo al palo de Casemiro tras saque de esquina.

Luego de esto llegaron cambios masivos en el Athletic y, entre ellos, la entrada de nuestro jurado enemigo Raulito García. Y tampoco descarto ya que Raulito sea un poco gafe, porque al poco tiempo de su incorporación llegó el gol de la victoria: saque de esquina corto de Modric, combinando con Asensio; este la cede a Casemiro que la pone al segundo palo, donde el balón, maliciosamente, tropieza con Nacho, que estaba completamente solo, y se cuela en la portería rojiblanca.  Esta vez, el vendido VAR, sí que se tomó su tiempo para investigar un posible fuera de juego, pero como esta vez parece que no fue posible fabricar un truco a lo Odriozola, el legítimo gol blanco tuvo que subir al marcador.

Luego, tras eso, no hubo mucha más historia, pues el Madrid en los últimos veinte minutos, conociendo lo que ocurría en el Wanda, se limitó –a veces con mucho peligro– a hacer circular el balón para ganar tiempo…, pero los choleros remontaron y perdimos el efímero liderato. Eso sí, la jornada nos dejó una última alegría: el Barcelona se queda ya sin opciones, arbitrales y deportivas, de ganar la Liga.

Veremos ahora qué nos depara la última jornada donde nosotros nos enfrentamos, en casa, a un alto Villarreal que nada se juega y el Atleti, fuera de ella, se tendrá que batir con un Valladolid con la permanencia en juego. ¡Hum!

P. D.: Lahoz, no cuela lo de la expulsión de Raulito para compensar tu atraco.