Como decía aquel gurù de mis tiempos juveniles, Dale Carnegie, no queda otra que cooperar con lo inevitable y, tras la funesta jornada dominguera en tierras baleares, no queda más remedio que aceptar que, para el Real Madrid, la Liga 2022/2023 ha muerto. Y, además, ha ocurrido algo aún peor,  la lesión de nuestro valladar más eficaz, ese que tantos partidos nos ha salvado:  Thibaut Courtois; su lesión (unida a las de Militao, Benzema, Alaba, etc.) me lleva a pensar que el Mundialito, prematuramente, también ha fallecido en Mallorca.

La alegría que nos dejó la contundente victoria ante el Valencia se transformó, primero, en cabreo y, luego, en desilusión tras ver el pésimo rendimiento del equipo del que sólo salvo de la quema a un otra vez grande Camavinga,  a Rüdiger (parcialmente) y al hombre más buscado por los contumaces  agresores a los que esos jueces  vendidos, los árbitros de La Rubiales, perdonan tarjetas una y otra vez. No importa, en este caso, que Vinicius sea negro retinto, pues lo que cambia el color de su preciosa piel es que viste de blanco y no oculta sus amores por el escudo que con tanta tenacidad  defiende.

No creo que, mermados por la lesiones y sin contundente respuesta institucional a la cada vez más evidente conjura arbitral podamos remontar esos ocho puntos que nos separan del equipo del charnego separata. Por tanto, y volviendo a Carnegie, si el destino te da un limón, pues aprovecha y prepárate una buena limonada… y la mejor y más dulce limonada para los aficionados blancos es la de llevarnos al Bernabéu  la Décimoquinta Orejona. Así que, Carletto, ya sabes, vuelve a la vida reservando a tus mejores soldados para la única competición en la que no estamos en desventaja y, empieza a entrenar al resto, para garantizar el futuro, en la competición casera.