Decía uno por ahí que, para mantener nuestras aspiraciones, el Madrid se tenía que plantear ganar los partidos por tres goles de diferencia, a modo de blindaje para desactivar los vergonzosos arbitrajes que venimos sufriendo hace ya mucho tiempo. Parece que ZZ y sus muchachos también oyeron al desconocido que decía eso, a juzgar, más que nada, por cómo salieron los jugadores en Los Cármenes, infausto campo donde Amancio sufrió un intento de asesinato perpetrado por un hijo de la gran chingada llamado Fernández, al que saludo efusivamente desde aquí hasta el cielo. (Vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=mJbUs_CGUKM )   

Entonces, al contrario que ahora, no había tarjetas, pero al del pito en la boca de ayer esto no parecía importarle mucho cuando se trataba de enseñárselas a los jugadores del Granada. El doble rasero con las tarjetas es tan escandaloso que  ya aburre incidir en ello, pero no dejaré de recordar que hubo sendas entradas criminales sobre Valverde y Marvin (petardo de canterano que tuvo que quedarse fuera en el descanso a ver si le apañaban el tobillo) merecedoras ambas de tarjeta roja; la primera, pues ni amarilla. Hubo más, no se crean, como otra a Hazard que, si no era roja, se le parecía mucho, y unas cuantas más, y más. Pero como esto no satisface a esta panda de chorizos sinvergüenzas (me refiero a los de las oficinas FEF, a los del pito, a los del Bar de fulanas…), a cambio, las tarjetas le caían al Madrid con solo soplar el cogote de un contrario. Qué asco da todo esto y qué pena que nuestro presidente no se llame Macarena…

Pero ayer, el equipo, como dije antes, salió con la intención de resolver el partido desde el minuto cero y, cosa rara en el Madrid, se dedicó todo el primer tiempo a jugar al fútbol (en vertical, quicir, como para meter gol), en vez de al balonmano (tiquitiqui horizontal), que es lo que suele hacer por defecto hasta que las cosas se empiezan a torcer. Así que, tras un enorme pase del canterano Miguel (notable jugador de gran futuro, a ver si Morciello se va definitivamente a bailar la samba), ya en el minuto 17 estábamos por delante. Al borde del descanso, Rodrigo hizo una jugada que Vinicius ya quisiera, y puso el 2-0, sentenciando el partido… ¿O no?

Pues no. Le entró al equipo el clásico ataque de prepotencia ante un horizonte despejado, y, entre navajazo y navajazo granadino, el equipo se transformó en una masa ectoplásmica indefinida, donde cada cual hacía de su capa un sayo, con la inestimable colaboración de ZZ que, con sus cambios y metiendo a tres cataplasmas trotonas (Ausencio, culo gordo Hazard y el nuevo coletas patizambo), contribuyó al caos, que redundó en un 1-2 amenazante. Y se produjo, a continuación, lo que para unos parece ser encomiable reacción y para mí no es más que contingente churro: inmediatamente, el Madrid se encontró con el 1-3 y el 1-4, en goles de mérito, uno, y de regalo, el otro.

Ya se pueden imaginar el cachondeo de partido que terminó siendo aquello, con doña Prepotencia rediviva, 1-4 en el marcador y el trío de la bencina anteriormente mencionado arrastrando el culo por el campo. Debían de pensar, a cada balón que perdían incluso en campo propio, que, bueno, como tenemos a Courtois, pues tampoco pasa nada. Y, mientras, Courtois resolviendo unos contra unos, pero también cagándose en la madre de más de uno. Lo dejó clarinete en sus declaraciones postpartido, y muy bien que hizo. A mí Courtois me gusta porque es un portero fantástico y no lo soporto porque es un divo, pero me vuelve a gustar porque no se calla, y hoy, en el Madrid y en España entera, lo que hace falta es que no nos callemos. Más Courtoises y más Olonas, que, si no, vamos listos si creemos que los culogordos y los prevaricadores se nos van a quitar de la chepa por propia voluntad.