Creo que no hay nadie que pueda explicar la bipolaridad de este Real Madrid. Ni siquiera su entrenador, Carletto, que nos deja la impresión que sufre los mismos “bajones” y “subidones” que nosotros, los aficionados de a pie. ¿Qué es lo que pasa por las cabezas de estos jugadores para, tras ser aplastados por un Sevilla crecido en el primer tiempo, salir en la segunda mitad como un equipo nuevo, fresco, creativo y darnos una recital de armonía y perfección futboleras digno de un Mozart o un Beethoven? 

Y dejamos constancia que ayer no fue la noche de Modric, fallón como pocas veces hemos visto, ni de Vinicius  o del reaparecido Militao, que le permitió al croata rival, Rakitic, marcar un gol que no merecía. Pero ahí radica la grandeza de este equipo tan especial, el día que algunos se ausentan, no sé si por la resaca de Semana Santa, aparecen otros “santos” que nos fabrican magistrales torrijas en forma de goles. Y me refiero, por supuesto, a Rodrygo, el mejor del partido, autor del gol que inició la remontada y a Nacho que, nada más entrar al campo, marcó el gol del empate. De Benzema no sé qué más puedo decir. pues luego de fallar una oportunidad bastante clara al final del primer tiempo, todavía no me explico cómo encontró un hueco entre tantos defensores –Bono incluido– para acabar definitivamente con las ilusiones de Lopetegui y darnos una victoria que nos acerca más  hacia una nueva conquista liguera.

Me gustaron también las decisiones de Ancelotti para ir reajustando el equipo. Correcto no arriesgar más con Camavinga, dejarlo en el banquillo tras la posible roja por suma de amarillas y dar más movilidad al equipo con la incorporación de Rodrygo y el desplazamiento del Pajarito Valverde a la zona del mediocampo. Y a partir de ahí comenzamos a ver la otra cara, la buena-muy buena, del Real Madrid y comenzó el acoso, para desesperación de Lopetegui y de todo el Sáchez-Pizjuán, a la portería de Bono dizque Zamora.  

Rodrygo recortó distancias en el cincuenta tras un tuya-mía con Carvajal –buen partido del de Leganés– tras otro fallo previo Benzema que dejó en nada el único jugadón de la noche de Luka Modric. Luego llegaría el atraco de noche: robo descarado de Cuadra Fernández a Vinicius Júnior poniendo como pretexto una mano que sólo vio él. Voy a permitirme una ligera digresión, pues creo que aunque errar es humano lo de Cuadra es para que lo metan en la nevera lo que queda de temporada y, quizás, más. Porque a eso hay que añadir los casi tres minutos que agregó, luego de anunciar que eran siete, con la esperanza, creo, de que los chicos de Lopetegui pudieran, al menos, recuperar un punto. Cuadra, definitivamente, no me cuadra.

Pero Intentando mirar el cuadra-atraco desde un punto de vista positivo creo que eso motivó aún más a los blancos, y un Nacho, amonestado cuando estaba esperando para entrar al terreno de juego por protestar la decisión arbitral, inspirado, marcó el empate producto de otra recuperación de Dani Carvajal tras un saque de esquina despejado por la defensa sevillista, que cede hacia atrás a Nacho, y este, sin pensárselo mucho, dispara con rabia y éxito. Previamente habían salido Luka y Lucas y, junto al de Alcala de Henares, se incorporó también Marco Asensio.

Con el empate conseguido, Nacho y Militao de centrales, Alaba en lateral izquierdo y Dani en el derecho, el Madrid consolidó aún más su dominio y, con motivo de la larga exposición de Cuadra ante la pantalla del VAR, a este no le quedó otra opción que conceder los ya mencionados siete minutos de prórroga que, luego, se convirtieron en diez. Y fue entonces cuando Benzema decidió rectificar sus errores previos y, ayudado por Vini y Rodry, marcó el de la victoria.

Creo que tanto a sevillistas como a madridistas, por razones diametralmente opuestas, les costó anoche conciliar el sueño. El resultado, como supondrán, fue diferente: amargas pesadillas para los primeros y deliciosas fantasías –Décimocuarta incluida– para los segundos.

¡Hala Madrid!