Carlo Ancelotti no tenía fácil la vuelta a casa tras la humillante derrota en San Mamés que nos dejó fuera de la disputa copera. Situación agravada por las ausencias de cuatro jugadores que ya pertenecen al selecto grupo de “Los Intocables de Carletto”: Benzema, Vinicius, Casemiro y Mendy. Así que padre e hijo meditaron muy seriamente qué once colocarían sobre el campo para tratar sumar tres importantes puntos ante el modesto Granada de Robert Moreno. 

Su decisión –no tengo claro si debo tildarla de genial, en modo coña marinera– fue sustituir a los intocables de baja por Isco, Rodrygo, Camavinga y Marcelo.  Consecuencia: en menos de cinco minutos un fallo en la salida del balón de Eduardo y la lentitud de Marcelo en el repliegue ofrecieron dos clarísimas oportunidades al Granada y nos dejaron la señal de que, jugando así, podíamos recibir otro varapalo como el de Bilbao.

El primer tiempo fue un desastre.  Camavinga, que no sabía dónde  colocarse, trotaba desacertado por los prados menos convenientes. Isco, en cambio, estaba en todos los sitios: defendía, repartía caracoladas, cabeceaba –sin efectividad, claro– centros que les enviaban sus compañeros; estuvo combativo, muy combativo, pero poco efectivo. Esto, por supuesto,  no fue una sorpresa para nadie, sólo un fervoroso creyente en milagros blancos podía pensar que el bueno de Isco podía hacer de Karim. Rodrygo, que no daba una,  sí que nos hizo echar mucho de menos al Cohete de Río; evidentemente, lo suyo no es la izquierda –y me refiero a la banda, claro– pero a nadie se le ocurrió la posibilidad de que intercambiara papeles con Asensio.  Marcelo, al final, no fue el peor de los  cuatro jinetes de la Madrid-Crisis. Resumiendo: primera parte oscura en la que Courtois hizo bien su trabajo y salimos con un empate a cero que si bien no supo a gloria, al menos no nos dejó gloriosamente cabreados.

Carlo y David tomaron nota y sacaron a calentar, ya duerante el descanso, al jugador que cambió la oscura deriva: Fede Valverde. Con el Pajarito volando a sus anchas sobre el campo enemigo vimos otro Madrid y de esto tomó rápidamente nota el malo de Mateo y le anuló, en el 49, no sé bien con qué pretexto “meritxélico”, una clara jugada de gol.  El Granada, poco a poco, se fue replegando y los blancos, con dominio del campo, comenzaron el acoso a la portería de Maximiano, quien,  hay que decirlo, estuvo a muy buen nivel.

A pesar de la mejora,  el marcador no se movía, así que  Carletto optó por dos nuevos cambios, en el  65: fuera Isco y Rodrygo;  dentro Hazard y Jovic.  Y, digamos la verdad, mejoras tras los cambios, no muchas, pero parece que esto hizo despertar a Asensio, desaparecido durante gran parte de la primera mitad y, en el 75, nos regaló, desde fuera del área, uno de esos cañonazos marca de la casa ante el cual nada pudo hacer el cancerbero granadino.  Marco, con rabia y con ganas de enseñar tetillas – ¿tendrá esto alguna relación con las declaraciones tetófilas de Irene Mentira?– se quitó la camiseta y, de paso, le dio a La Hoz una nueva oportunidad de sacar el martillo y apuntarnos una –esta vez correcta– amarilla. Y aún tuvo el mallorquín otra oportunidad de marcar, muy parecida a la anterior, pero en esta ocasión Maximiano decidió, con una paradón, que con uno ya era suficiente. Y tenía razón el portugués, el golazo de Asensio nos salvó los muebles y fue suficiente para sumar los  tres puntos que nos han permitido aumentar la  brecha con nuestro más cercano perseguidor: el  Sevilla de nuestro ex, Lopetegui. 

P.D.: Y que no se me olvide destacarlo: otro grandísimo partido de Eder Militao. No te echamos de menos Raphael. ¿Qué tal te va sin el Madrid?