Si servidor todavía estuviese viviendo en Cuba –que, por suerte, hace muchísimos años que logré escapar del devastador comunismo castrista¬–, la frase que me hubiese salido de la garganta tras el golazo de Rodrygo, en el minuto ochenta y nueve, hubiese sido esta: “¡Te lo dije, asere, este Camavinga tiene aché!”. Y queda constancia, porque en nada me parezco al embustero de  Pedro Sánchez Pérez-Nosequé, que ya lo dije tras el partido contra los chicos del Innombrable de Vigo.

¿Cuánto tiempo llevaba en el campo el bueno de Eduardo? Pues, como mucho, nueve minutos y, nuevamente, se convierte en protagonista de un decisivo gol contra el principal rival del grupo, el Inter del gritón Inzaghi. Tampoco hay que olvidar que para que se consumase el milagro de una victoria sufridísima necesitó de la ayuda, antes y después, del Pajarito Supersónico y del brasileño que debió jugar desde el minuto uno: el Rodry. Y, además, es de justicia agregar que antes de la celestial aparición del francés seguíamos vivos gracias a San Courtois, que paró de todo y por todos lados en un lamentable primer tiempo que desquició hasta el mismísimo Ancelotti.

Y, precisamente, sobre la primera parte quiero comentar que la defensa se vio completamente sobrepasada por la efectiva presión de la delantera interista, un verdadero desastre que Carletto, claramente disgustado, no fue capaz de arreglar hasta después del descanso. Mi opinión es que fue un error poner a Lucas Vázquez en funciones de atacante-defensor cuando ni Vinicius, ni Benzemá se aplicaron en tal tarea y, durante todo el primer tiempo estuvieron prácticamente solos en el ataque, entre otras cosas, porque no fueron capaces de abrir el campo. Casemiro  estuvo muy retrasado, y también Lukita y Valverde. El Inter arrinconó completamente al Madrid que sólo tuvo dos oportunidades claras durante ese humillante período: una, desde fuera del área de Casemiro (minuto 13) y un remate de cabeza, que desgraciadamente, salió demasiado centrado de Militao, en el 36, tras pase de Modric. No hubo más.

El Inter, por su parte, bombardeó a Courtois desde todos los flancos: Lautaro, Brozovic, Dzeko y hasta el hombre que pudo contener a Vini el Cohete, Skiriniar, tuvieron claras oportunidades de hacer felices a la mayor parte de los visitantes al Meazza…, pero allí estaba el gigante belga para impedir que la vuelta a una falsa normalidad no terminara como ellos deseaban. 

Carletto, supongo que bien aprovisionado de chiclets, arregló el desaguisado en el segundo tiempo recolocando mejor a los jugadores y vimos, desde el primer minuto, a un Madrid más efectivo y ordenado, con los centro-campistas más adelantados y controlando con más efectividad a sus rivales. Esto se tradujo en más espacios abiertos y oportunidades para que el Vini y Karim (y luego Rodrygo cuando entró por Lucas en el 65) nos dieran más opciones de gol. Hay que añadir también que la dura defensa del Inter provocó muchos fallos de los nuestros en las cercanías del área rival…,  y cuando parecía que la batalla terminaría en empate, llegó el brujo Camavinga. ¡De pinga! 

Al otro belga, el que no lo está haciendo bien, Hazard, no lo vimos ni calentando. ¡Bien, Carletto!