Dijo el bigoleador Karim, al final del encuentro, que era muy difícil jugar bien si los partidos se programaban cada tres días. Cierto, campeón, lo entiendo, ¿pero eso mismo no  ocurre con los demás equipos? Y, si hay cansancio, que es lógico y razonable, y hay otro partido el sábado, ¿por qué Carletto hizo sólo dos cambios, uno de ellos a petición expresa del propio Benzema que se sintió "tocado"?  Inexplicable, al menos, para este humilde servidor.  

La velocidad turbo con la que el Madrid arrancó el duelo le duró quince minutos; tiempo en el que hubo una buena combinación entre los dos Lucas (Vázquez y Modric), que el croata no pudo llevar a buen término debido a la buena actuación del portero rival y un puntual palo del Shakhtar en medio del dominio blanco. Luego, ese mismo hombre que tan bien se había defendido de los  Lucas, Trubin, decide sacar el balón en corto y se lo cede a Marlon, que falla en el control y, como un bólido, llega el Vini para apoderarse de él y servirlo en bandeja de oro de mil quilates a Benzema, que también estaba participando en el acoso, y que marcó a placer a puerta vacía el gol no. 1000 de su brillante trayectoria en la Copa de Europa.. 

Luego, no sé si nuestros chicos pensaron que tras los cinco de Donetsk y este primero ya todo se había acabado y entraron en un período de sonambulismo futbolero que terminó sacando de quicio al Bernabéu y llegaron los pitos. Los del Shakhtar, que seguramente no se esperaban esto, tomaron el control del juego –tras otro intento frustrado del dúo Lucas-Luka– y no nos metieron más de uno porque la justicia divina no iba a permitir que el partido del “Gol 1000” terminara en derrota.  El suyo llegó en el minuto 39: un bonito pase de pecho de Patrick que Fernando, escapado de la vigilancia de Militao, remata ante Alaba…, y si no es por San Courtois nos hubiese llegado otro, justo antes de que el francés que parecía pertenecer la panda de la Liga Santander pitara el descanso.  La bajada de nivel de los blancos, que no es la primera vez que ocurre esta temporada, fue inadmisible. Vimos un equipo parado, descolocado y con una cantidad de fallos en los pases que no cuadra con la calidad técnica de sus jugadores. 

No sé qué les habrá dicho Ancelotti en el vestuario, porque ciego ya sabemos que no está, pero la vuelta fue más de lo mismo: balones perdidos, pases fallidos, pérdidas de casi todas las disputas y un rival que se sentía dueño y señor del campo de batalla… hasta que, en un momento inesperado, volvió la magia y entre Vinicius, Casemiro y Benzema  recuperamos, al menos, el liderazgo del marcador. Ocurrió así: el Vini, en la frontal del área rival, deja el balón a su compatriota que se lo devuelve, elegantemente, de tacón,  y este, que ya sabe dónde está el francés, sabiamente, se lo envía al killer, que no perdona a baby Trubin.  

Después de tomar ventaja el Madrid estuvo un poco más cómodo, pero no al nivel que la afición y su talento demanda. Tanto es así, que los tres minutos de descuento se nos hicieron eternos pues un empate, dada la situación del grupo,  hubiese sido un resultado pésimo. En la etapa anterior de Carletto hablamos mucho de su envidiable fortuna y, parece, que esta no se ha extinguido completamente, es esta es la única explicación que encuentro para enternder por qué el trallazo imparable de Stepanenko se fue fuera por muy poco. Bueno, eso y que el belga santo no bajó la guardia ni un solo minuto.

No sé qué pensará Ancelotti y tampoco puedo suponer lo que piensa hacer para solucionar las evidentes debilidades del equipo, pero de lo que sí estoy seguro es que jugando a este nivel no pasamos de cuartos. ¿Hablará con alguna farmacéutica para darles a los chicos un medicamento legal que les permita no perder el norte durante tantos minutos?  ¿Se buscará un brujo para que hipnotice a los rivales?  No lo sé, pero algo hay que hacer, ¡y tiene que hacerlo ya! No me vale que sea sólo cansancio.