El creativo dúo Zinedine-Bettoni, visto lo sufrido en San Sebastián, decidió cambiar el planteamiento táctico y ayer alineó, por fin, a un verdadero delantero centro, al serbio Jovic, totalmente entumecido por la condena a la que le había sometido la pareja que sólo pone en el campos a sus amigos. Jovic, aunque no tocó un solo balón en la primera mitad, fue fundamental en los dos que tocó en la segunda parte, sobre todo el último, que provocó, justamente, la expulsión del agresivo Emerson y que dejó al Betis de Mr. Pierdegrini con diez jugadores y sentando las bases de una sufrida y caótica victoria madridista.

Cada día confío menos en la capacidad de Zidane y su pareja para reconducir al Madrid no sólo a la victoria –porque victorias acumula, y muchas- sino para hacernos disfrutar del juego del equipo, para que ver los partidos no sea una obligación de apoyo moral con nuestro Madrid, en  fin, para que no tengamos que engullirnos coñazos de partidos porque este hombre parece no saber cuáles son las teclas que hay que apretar para conseguir la armonía que necesita, para deleitarnos, el equipo más laureado de la historia del fútbol.

Odegaard, que parece fijo, volvió a hacer otro partido mediocre. Y no es que servidor tenga nada en contra de los noruegos, todo lo contrario, siempre he sido un admirador de Amundsen, pero este no tiene ni un 5% de la fuerza de voluntad que tenía el conquistador del Polo Sur. Por suerte para nosotros, ayer, volvió El Pajarito Valverde a alzar el vuelo; Benzema, liberado del impuesto e inapropiado cargo de delantero centro se movió con mucha más libertad por el bien regado césped del Villamarín y, gracias a él, a su voluntad y su talento llegó el primer gol del partido, desde el pie de Valverde, alrededor del minuto 15.

No obstante, ya antes, el Betis había tenido oportunidades clarísimas, porque con un partido abierto –bien planteado por Mr. Pierdegrini- el Betis halló huecos tras huecos en la defensa blanca. Nos salvó, otra vez, Courtois y ese intangible que muchos llamamos suerte. Sea lo que sea, fuimos sobreviviendo, con sobresaltos, sufriendo por la falta de control de juego, hasta que, en menos de tres minutos, como un jarro de agua helada, nos cayeron un par de goles béticos: el primero, tras un saque de esquina ejecutado por el eterno Joaquín, que un Canales, totalmente desmarcado, colocó a placer en la cabeza de Mandi, que estaba marcado por un mermado Casemiro –por un pisotón de Emerson-, que no pudo elevarse a la altura necesaria para bloquear el pase; el segundo, cuando todavía no nos habíamos repuesto del cabreo, tuvo también su origen en Canales –que se le notaba un carácter que nunca exhibió en el Madrid- y terminó, en los pies de Carvalho que lanzó un bien colocado misil, desde fuera del área, que dobló el duro brazo del belga que defiende nuestra puerta.  

Y así acabó la primera mitad con otra opereta fuera del campo: ¿entra Modric o no entra Modric? ¿entra por Casemiro o por otro? Pues nada, el croata sustituyó a Kroos en el minuto 45 que, al parecer, tenía una nalga en mal estado. Eso aclaró, al menos, la razón de los muy malos pases del alemán en sus últimos minutos en el campo. Espero que no sea nada grave porque lo necesitamos, y mucho.

La segunda parte, con el ataque desde el centro del campo liderado por el croata, y con la sustitución, casi inmediata, de Isco por Odegaard dio más vida al Madrid en el juego corto y permitió aprovechar mejor los espacios que dejaba el Betis y del que sacaron renta El Pajarito y Carvajal para meter un bombeado centro en busca de Benzema que un alocado Emerson metió, equivocadamente, en su propia puerta. Y entonces entró en acción el otro gran protagonista del partido, el controvertido VAR, que, por una vez, actuó con justicia –espero que no lo pongan, nunca, bajo la jurisdicción de la Lola-: descartó el fuera de juego de Karim y dio por bueno el gol del empate.

Hubo un tuya-mía por un ratillo hasta que en el 64 un contragolpe marca Benzema puso un balón casi perfecto a los pies de un desmarcado Jovic. Yo, tengo que decirlo, vi el gol por hecho, pero pareció que el serbio se resbalaba y la oportunidad se perdía. El Betis ,rápidamente, saca el balón y, de inmediato, se produce un encontronazo entre Carvajal y un jugador bético y, ¡ea! De Burgos Bengoechea es avisado por el VAR -¡otra vez!- de que algo ocurre. Nosotros ante la tele, parecía que en lugar de un partido estábamos viendo una peli de Hitchcock: que si echan al Carva (que ya tenía una amarilla); que si amarilla al otro; que si fuera de juego de Jovic…, ¿y qué pasó? Pues que la posición de Jovic era legal y ocurrió lo que ya contamos en el primer párrafo y que decantó el partido a favor del Madrid.

Bueno, claro, había que ganar; había que marcar otro gol y, para conseguirlo, el duo sacadelanteros cambio a Jovic por otro que bien poco baila –y marca- Borja Mayoral. ¿Pero qué sabemos nosotros de fútbol? Mayoral no vino para marcar un gol o tocar balones sino para provocar el penalti que fabricó Bartra con una mano se vio tan clara-otra vez, para el salvador VAR- como las torres KIO desde el norte de la M-30.  Y ganamos, claro, los tres puntitos.

Lo que no sé es si el SS, centrado en la construcción del nuevo estadio, vio el partido y sufrió tanto como nosotros. ¿Lo habrá grabado? Espero que sí y que esta mañana, tras un suculento desayuno, le eche un vistazo.