A la nueva etapa presidencial de Donald Trump se me antoja calificarla como decisiva para conseguir  terminar con la deriva globalista y dictatorial que se viene llevando a cabo desde hace muchos años en todo Occidente. Tendrá que ir con decisión, contundencia y habilidad contra las organizaciones que representan Klausete, Sorosito y el Guille Puertas y que tanto daño han causado en esta Europa vendida a los “globaletes”, la que ahora encabeza doña Pústula. La reconquista cultural del territorio europeo, que ya ha comenzado en algunos países y que pasa, entre otras cosas, por detener la inmigración ilegal y dar un parón contundente al wokismo, es fundamental, y, por ello, espero que sea una de las prioridades de Trump. Y coincido, además, en que esas acciones comiencen con la exigencia de una mayor implicación de los países miembros de la OTAN, nuestro supuesto escudo, en su fortalecimiento.

En el otro bastión occidental, la América Hispana, donde MIlei y Bukele están marcando la ruta correcta, habrá que detener la cada vez más clara influencia china y hacer todo lo posible por desmontar las tres dictaduras que más daño han hecho a sus habitantes en los últimos sesenta años: Cuba, Nicaragua y Venezuela (por orden de aparición). Tres regímenes dictatoriales que siempre han considerado a los Estados Unidos como su principal enemigo y que no han recibido por parte de este la contundente respuesta que sus desalmados líderes merecen.

Y como he mencionado a la roja China, recuerdo que hace unos días el director saliente del FBI, Christopher Wray, señalaba a los de Xi Quenó como la amenaza más peligrosa y compleja a la que nos enfrentamos en los últimos treinta años. China es ahora el principal competidor de Estados Unidos, tanto en la esfera económica como en la tecnológica –energía nuclear, (que ahora es “verde”!) incluida– y por ello entiendo perfectamente que el bueno de Trump ponga su foco en el cotarro de Xi. Eso sí, sin que se olvide del peligro aportan  otros tres complotados con el chino que nada nos gusta:  Rusia, Irán y Corea del Norte.  

¿Y España qué? Pues, de momento, soñar con un despertar, que no acaba de llegar, como el de los argentinos. Que se den cuenta, y ya lo deberían de tener claro tras el último y fraternal encuentro entre Feijoy y Pústula,  que nada bueno puede esperarse de la PP-2030.