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EL JUEZ DE LA PORRA

Los asiduos de MqM sabrán de la querencia de este blogger por los detalles más característicos, distintivos y, a veces, chuscos del llamado por los cursis “planeta fúrgol”. Uno entiende y acepta de (más o menos) buena gana que este deporte transciende los límites del campo y se juega también en los vestuarios, los palcos y los despachos federativos, las casas de apuestas y la prensa deportiva (dos palabras, dos mentiras) de todo el mundo, sin olvidarnos de esa institución que ensució su antaño limpio curriculum anunciándose en el culo de cierto equipo que viste de azul y grana. A la UNICEF me refiero, sí. Y de entre todos los personajes y personajillos, protagonistas y antagonistas, dimes, diretes y ditirambos que pululan por este futbolero mundo, hay uno que me provoca especial ternura e hilaridad, a partes iguales: el árbitro asistente adicional, más conocido como el juez de la porra.

El árbitro asistente adicional es un ser humano que se viste de la misma guisa que el resto de los trencillas, pero que, de acuerdo con su estatus en el escalafón, se desempeña en una zona muy reducida del campo. El nombre de “juez de la porra” procede de su herramienta de trabajo, distinta de la del resto de sus cuates. Así como el chifle (un saludo, ayer) principal se procura un silbato, un reloj, un micrófono con su audífono o pinganillo y un brazalete receptor de señales ultra-cósmico-sensoriales y los árbitros asistentes, otrora jueces de línea o linieres, van provistos de sendas banderolas arlequinadas bien vistosas, el juez de la porra no lleva más que un pequeño instrumento de unos 50 cm, al que se aferra desesperadamente, como si la vida le fuera en ello, sin que se sepa su utilidad. Para que se hagan una idea, los vigilantes de seguridad utilizan un chisme parecido para mantener el orden y, en cierto género cinematográfico, utilizan ese mismo aparato vibrador para la grabación de escenas de alto contenido erótico. No sé si se la hacen. La idea, digo.

El trabajo del juez de la porra consiste en ver (en sentido estricto) el partido desde la línea de fondo, donde en los buenos tiempos se ubicaba la prensa gráfica, antes conocida como “fotógrafos”. Hoy en día, los fotógrafos se colocan detrás de los carteles de publicidad para, precisamente, hacer sitio a los jueces de la porra y que éstos puedan ver el partido en las mejores condiciones posibles. Cuando la pelota merodea el área, el juez de la porra se pone súbitamente en movimiento y corretea entre las líneas de las áreas grande y pequeña, con la finalidad de distraer a jugadores, árbitros, público en general, la audiencia de la tele y militares sin graduación. No obstante, yo me malicio que se pegan esas carreritas para entrar en calor, ganarse el jornal y que la familia los vea desde casa, cosas que no siempre ocurren a la vez o incluso en el mismo partido. Ahora bien, el momento cumbre de la tarea del juez de la porra sucede cuando el equipo atacante dispara a portería. En ese momento, este abnegado profesional se agacha en improvisado escorzo como si de liberar la presión intestinal con un reparador cuesco se tratara, mientras estira el pescuezo para apreciar si la pelota traspasa o no la línea de gol. Terminada la acción, ya aliviado, este distinguido caballerete torna a estirarse, adoptando de nuevo gallarda pose y dando frente a la portería opuesta para seguir viendo el partido.

La utilidad y relevancia de los jueces de la porra en partidos oficiales sigue siendo una incógnita, no en vano cinco pares de ojos ven menos y peor que tres. No se tiene conocimiento de que hayan disminuido los agarrones en el área cuando se saca un córner, ni de que se haya acertado en los goles fantasma o si la pelota salió por la línea de fondo, a pesar de lo que dice Collina, el divino calvo, sucesor en calvicie del más grande calvo que pasó por este cochino mundo, Rafael Gómez Ortega, “El gallo” (ese sí que era divino y no este vendeburras italianini). De hecho, la única vez que un juez de la porra ha hecho alguna aportación sustantiva fue, mirusté por dónde y válgame Pelé, en el famoso partido de la farsa contra el PSG. El juez de la porra que estaba en ese lado del campo corrigió la decisión adoptada inicialmente por chufletero principal, el ínclito Ayketin, de no pitar el primer penalti de los que se pitaron, por haber hubo muchos otros. Lo sorprendente del caso (o no tan sorprendente, la verdad sea dicha) es que el tal juez de la porra estaba situado ¡en el lado opuesto al de la jugada! No sé si me entienden.

Como decía al principio, uno guarda cierta simpatía por estos detalles marginales que dan calor y color al submundo deportivo. Deportes olímpicos tales como el curling o el ping-pong, fenómenos como la Grada de Sumisión, alienaciones (sic) de equipos con cinco mierda-puntas, tipos de la talla humana y ética de Maradona o instituciones tales como el juez de la porra son la sal de la tierra que anima el cotarro y da gasolina para unos cuantos kilómetros más.

Que duren y que no pare la fiesta.

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COMENTARIOS [0]
[ bg_rules ] ha dicho:
24-03-2017

Fantástico y certero pailanazo. No he parado de reír de principio a fin. Gracias por el momento.

[ Galego49 ] ha dicho:
24-03-2017

Excelente y oportuna entrada del amigo Pailán y a mi personalmente, el simil que mejor le va al citado personaje, es el de palanganero, que era una figura que existía antiguamente en las casas de citas cuando aún no había ni duchas ni agua corriente, porque es el que lava las vergüenzas del juez mayor y pitero de turno.

[ wh ] ha dicho:
23-03-2017

Muy bueno esto del "Juez de la Porra", aunque yo, viendo la labor de los jueces en el caso Noos, el Caso Más y el Caso Homs invertiría el orden del título y me saldría desde lo más profundo del alma un desgarrador -e injusto, por la generalización, porque sé que hay muchos jueces justos- "a la porra los jueces"... y si quiero ser justo, tendría que añadir, y los políticos que los nombran.

[ NickAdams ] ha dicho:
23-03-2017

Muy buena entrada, Pailán. ¡Fúrgol es fúrgol! ¡Sigan, sigan!