Está claro que, de forma generalizada y con la excepción -de momento- de VOX, todos los partidos, los medios de información y los ciudadanos mayoritariamente aceptan como animal de compañía la mentira de unos y la incoherencia en el discurso de los otros, aceptación que no es sino la consecuencia de asumir la idea de que el "legítimo" juego político permite maniobrar en función de los réditos que se puedan obtener en términos electorales, y no necesariamente en función de los principios y de lo que uno cree que debe ser. ¿Consecuencia del relativismo que nos invade? Pues muy probablemente, pues la imposición del mismo ha sido tan brutal en los últimos decenios que me atrevería a decir que, incluso quienes por sus posiciones ideológicas deberían ubicarse en las antípodas, están tan impregnados por este ambiente contaminado que lo aplican de manera inconsciente.

Resulta desesperante oír debatir a muchas personas, que sin duda serían ubicables en el lado que uno habita,  sobre si el PP debería o no haber votado en contra de la prórroga del estado de alarma. No se apela en el debate a lo que "debe ser", a lo ético y a lo razonable, para qué,  sino que se centra la atención en las consecuencias políticas que pueda conllevar la decisión de Casado de abstenerse. Se añade, además, que el planteamiento en este caso queda plenamente justificado porque, dado el movimiento suicida de C''''''''s con su voto respaldando al sepulturero, el resultado final no se vería alterado hiciera lo que hiciera el PP. Por lo tanto, el análisis de la cuestión a decidir que se aplica de forma generalizada no se centra, como debería hacerlo, en  lo que origina la decisión, sino en las consecuencias finales de ésta. Esto constituye un excelente ejemplo de lo que el relativismo da como fruto. 

Resulta que, además, en nuestro caso, no sólo se soslaya lo que debe ser para, en su lugar, centrarse en el cálculo de los réditos que se puedan obtener, sino que ni siquiera se intenta disfrazar la maniobra indecente con un discurso medianamente lógico que, al menos en apariencia, la disimule y le otorgue alguna coherencia. Nos encontramos así ante un espectáculo vergonzoso cuando Inés Arrimadas y Casado despedazan con toda la razón -la que otorgan los hechos objetivos- a Sánchez para, inmediatamente después, respaldarlo explícitamente con su voto a favor (Arrimadas) y tácitamente con su abstención (Casado). Es obvio que, en ninguno de los dos casos, la decisión final era la consecuencia del análisis del origen. Ni un océano de mentiras, manipulaciones, sobornos televisivos y negocios que apestan, pero, sobre todo, ni 40.000 muertos a sus espaldas parecen ser motivo suficiente para que toda esta escoria, por una vez, se acerque a lo que debe ser en vez de quedarse en lo que a mí me conviene. 

Difícil es calibrar quiénes son más irresponsable, inmorales e ignominiosos, si los que originan el detritus o los que están dispuestos a habitar en él con apariencia de normalidad. Lo que parece claro es que la actitud de unos es el sustento de la impunidad de los otros. Si yo fuera juez, le impondría la misma cadena perpetua a un padre que abusa de su hija que a una madre que lo encubre. Seguramente, por otra parte, a la madre encubridora no se le ocurriría dar un discurso público denunciando los abusos que se están produciendo para, a renglón seguido, respaldar al abusador, ¿verdad? Hasta tal punto ha llegado el estado de descomposición de la clase política, de los medios y de los electores que es precisamente eso lo que estamos presenciando, sin que nadie parezca alterarse gran cosa. Y, ojo, no sólo en el parlamento en asuntos distanciados del ejemplo ilustrativo utilizado anteriormente, sino incluso en situaciones de similar tufo, como el escándalo de los abusos en Baleares, asunto del cual parece que nadie quiere remover demasiado. Como votantes, cada vez que nos acercamos a las urnas ejercemos de jueces, valorando la trayectoria de quienes nos representan. Si de alguna manera conseguimos evitar que se consolide el estado totalitario que se avecina -propiciado en buena medida por los que se abstienen y los que respaldan-, y, así, volvemos a tener una próximas elecciones, será el momento de decidir si respaldamos a los poncios pilatos y a los colaboradores necesarios o si, por de una vez por todas, decidimos hacer lo que se debe.