Algunos enfermos mentales y sectarios mediáticos pretenden equiparar el Vistalegre de VOX con el 8M, en un intento descarado de diluir las responsabilidades de este Gobierno irresponsable y mentiroso. Es evidente que son dos situaciones distintas, porque la celebración de Vistalegre es una estupidez supina que se produjo por la decisión de ese partido, pero siguiendo las engañosas indicaciones del Gobierno, que oficialmente decía que aquí no pasaba nada realmente preocupante, mientras que el 8M fue una concentración celebrada por impulso del propio Gobierno, que nos mintió a todos asegurando que el número de afectados por el virus no era relevante, cuando tenía conocimiento de que realmente sí lo era. En el primer caso, los celebrantes estaban engañados; en el segundo, los celebrantes nos estaban engañando a todos precisamente para poder celebrar su aquelarre.

Esto no descarga a VOX de su particular responsabilidad, porque, como muchos, VOX sospechaba -aunque no podía saber con certeza- que el Gobierno nos engañaba con sus datos. Y no le descarga porque VOX, antes de Vistalegre, había hablado de cerrar fronteras, por ejemplo. Llevados por su interés particular, VOX se cobijó en esos datos oficiales para celebrar su mitin y para entrar en una contradicción lamentable, pues sospechando una situación, desatendió a su propia sospecha. La relevancia de esta contradicción también es diferente porque, aparte de desconocer realmente los datos, su decisión de llevar adelante esa celebración en un sentido u otro no hubiese tenido como consecuencia la no celebración de muchas otras reuniones multitudinarias (cines, estadios, auditorios, etc.) que se celebraron porque el Gobierno feminazi, para poder llegar a su orgásmico aquelarre del 8M, falseó los datos.  

Por lo tanto, las consecuencias de cada decisión tienen diferentes alcances prácticos y éticos. Si el Gobierno no nos hubiese mentido y hubiese cumplido con su obligación -declarar el estado de alarma-, ni su aquelarre, ni el mitin de VOX ni ninguna otra concentración multitudinaria se habrían producido. Es decir, habría propiciado de manera efectiva el freno para reducir la extensión que en progresión geométrica ya se estaba produciendo; si VOX no hubiese celebrado su mitin en las condiciones que se produjo, a efectos prácticos habría sido prácticamente irrelevante en este sentido, pues todas las demás concentraciones se habrían producido de igual manera al no haberlas prohibido el Gobierno.

En conclusión, se podría decir que, mientras el Gobierno cometió un pecado mortal de carácter delictivo por su condición de engaño y terribles consecuencias prácticas,  VOX cometió un pecado venial producto de su estupidez supina y de su debilidad al no ser coherente con sus propias sospechas. La dimensión de su estupidez podría haber sido llevadera si se hubiera manifestado exclusivamente en el asunto de Vistalegre, que ya se sabe que un fallo lo tiene cualquiera y, a fin de cuentas y aunque sea inútil, al menos pidieron perdón por el error cometido. Sin embargo, ahora vemos que, definitivamente, los representantes de este partido no son estúpidos puntuales, sino que empiezan a aparecer como estúpidos permanentes.

Propuso ayer Buxadé (VOX) que, para mitigar las consecuencias económicas de la situación en que nos encontramos, se abrieran todos los comercios, manteniendo las precauciones y protocolos correspondientes, como ocurre actualmente en los comercios que nos abastecen de comida. Y es con esta propuesta con la que se corrobora que aquella estupidez puntual de Vistalegre es estupidez permanente, porque no hay que ser un lince para entender que la apertura de comercios sólo tiene sentido cuando el producto es de primera necesidad, como ocurre con la comida. Pone Buxadé dos ejemplos, preguntándose por qué no se puede abrir una mercería o un taller. El segundo de ellos podría ser un ejemplo de un comercio que es discutible si debiera estar clausurado, porque quienes van a trabajar en su vehículo particular pueden tener una avería y verse impedidos para realizar una actividad que se asume como imprescindible. Por ejemplo, si un médico se dirige a su hospital a atender a infectados y tiene una avería, debería tener la posibilidad de que le atendiera un taller. ¿Pero una mercería? ¿Todos los comercios?

Parecen no entender que el cierre de comercios contribuye a mantener la reclusión de los ciudadanos en sus domicilios, y que esas medidas de reclusión serían inútiles si todos los comercios abren sus puertas, puesto que, mientras en este momento los ciudadanos teóricamente salen exclusivamente a comprar comida, echar gasolina, ir al médico, ir al trabajo y poco más, en el caso de abrir todos los comercios saldrían a lo que les diera la gana, pues las posibles razones y justificaciones de sus salidas se multiplicarían de forma incontrolada e incontrolable. Pretender una reclusión general en los domicilios y, a la vez, proponer que se abran las mercerías, las tiendas de lámparas, las ferreterías o las peluquerías es digna idea del que asó la manteca. Las consecuencias económicas que se deriven de esta situación deberán ser paliadas por el Gobierno por medio de la redistribución de la riqueza, ya sea reduciendo impuestos de los afectados o cambiando los criterios de reparto, de forma que, por ejemplo, en vez de dotar de millones de euros a los miles de chiringuitos inútiles de feminazis y psicópatas ecológicos, se dedique a mitigar el impacto que cause esta situación caótica en la que España ha sido abocada a la ruina por la irresponsabilidad delictiva del insufrible gobierno socialcomunista, el comandado por dos calamidades que, como su presidente y vicepresidente, tuvieron los santos cojones de reunirse en Consejo de Ministros saltándose sus cuarentenas particulares para decirnos que nos teníamos que recluir en nuestros domicilios.