Pablo justo antes de levantarse por la mañana. Ring, ring. 

—¿Dígame?

—¿Casajoy?

—Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?

—Soy George.

Respingo de Pablo, que se pone de pie de un salto felino y se aclara la voz.

—Dígame, Don George, dígame.

—Tienes que presentarte inmediatamente en nuestras oficinas para preparar tu intervención en el Congreso del PPE.

—Bueno, eeeeh… Yo tenía ya un discurso preparado y, por otra parte, es que hoy se hace pública la sentencia de los ERES andaluces y tenía previsto hacer una aparición para dar respuesta al escándalo socialista.

—A ver, Pablito, de los socialistas –ya te lo he dicho mil veces–, no tienes que preocuparte porque juegan en nuestro equipo y ya se les ha indicado el camino, y como no son tan obtusos como otros, parece que se han enterado y actúan sobre lo previsto. Además, Pablito, no deberías tomar la iniciativa con tanta alegría. En realidad, no deberías tomar ninguna iniciativa, de forma que atiende a lo que se te dice y actúa en consecuencia. Habla con Mariano y que te explique cómo hay que manejarse, que el lo aprendió divinamente en México en su momento. 

—Pues ya lo siento, Don George, de verdad que lo siento, qué torpeza por mi parte.

—Sin duda, sin duda..., pero no hay cuidado, estamos acostumbrados. Mira, lo que vas a hacer es mandar al matado ese del Egea a decir cuatro chorradas, pero que bajo ningún concepto plantee siquiera la posibilidad de pedir la cabeza de Pedro, porque eso no es lo que queremos, ¿verdad? Esa petición se la vamos a dejar a C’s, que, como sabes, hemos decidido mandar al cubo de la irrelevancia porque aquí ya no pinta nada. Y ya que sale el tema, deberías tomar nota de lo que le ocurre a la gente que, como Rivera, decide, ¡hala!, tomar iniciativas alegremente. No sé cuántas veces vamos a tener que repetiros a todos cuál es vuestro papel instrumental en todo esto. Bueno… De momento, Pablo, te vas enterando de lo que te estoy diciendo, ¿verdad?

—Sí, sí, sí, Don George. Es que, entre tanto ajetreo por todas partes y nuestras naturales limitaciones… Uno es que a veces se despista y eso. De verdad que lo siento.

—Bien, a ver si puedo seguir con las instrucciones y dejas de interrumpir.

—Ah, vaya, de verdad que pensé que me había hecho una pregunta y que tenía que contestarle.

—¿Sabes lo que es una pregunta retórica o hace falta que te lo explique?

—Claro, claro… No, no hace falta que me lo explique, ya lo he cogido.

—Pues se ve que no, porque esta otra también era una pregunta retórica. Así que no respondas nada, NADA, y limítate a escuchar, a ver si conseguimos que interiorices tu papel en esta farsa y que lo interpretes como es debido. 

—De acuerdo, de acuerdo.

En este momento a George se le ponen los ojos en blanco de desesperación. Este chico es tonto, piensa; nos va a venir muy bien. Y procede.

—Ya te explicamos en su momento, y bien sabes que por ello casi fuiste enviado a donde está Riverita, que la estrategia vuestra no es girar a la derecha o a la izquierda, sino hacia donde se os indique, y precisamente por eso de tomarte libertades que no te corresponden, casi destrozas todos nuestros planes. Algunos, cándidos de nosotros, pensamos entonces que no hacía falta dar explicaciones, y ahora, con C’s fuera de combate por inútiles, con más motivo se puede pensar que la estrategia es clara y vuestro papel es obvio. Pero observando ahora que eres incapaz de enterarte siquiera de qué es una pregunta retórica, voy a despejar el terreno para que lo veas con nitidez.

Tendiendo una astuta trampa a su interlocutor en ese momento, se detiene un instante Don George con la vaga esperanza de que Pablito se quede, por fin, en silencio. Con enorme sorpresa, descubre que el chico parece haber entendido el mecanismo, de manera que procede con su discurso.

—A ver… Desaparecido C’s por listos, vosotros les vais a sustituir. Te habrás dado cuenta de que el discurso que preparamos a Riverita y su partido giraba alrededor de las pelotas de Macron y su valet Valls, que son dos de nuestras piezas sobre el tablero. Para que captes la situación global en cuanto a jerarquías se refiere, si Riverita era nuestro caballo, Macron es una torre, y tú, Pablito, de momento, a ver si te enteras, eres un puto peón. No sé si lo pillas… Y para dejar de ser peón, tienes que ir cumpliendo tu papel, y lo primero que vas a hacer es enterarte de qué discurso tienes que colocar en el Congreso para iniciar tu metamorfosis hacia un partido de plástico dúctil de centro, europeísta, globalista y, sobre todo, soroísta. 

—Aaaaaahhhh… Creo que ya lo entiendo.

—Los congresos, además de ser ocasión para que tú y paniaguados como tú se pasen unas juergas de no te menees en hoteles de lujo con dietas de escándalo, también y principalmente son un escaparate fundamental para presentar nuestra metralla globalista, porque son altavoces potentísimos que llegan a todos los rincones. Por eso, a continuación te vamos a dar una lista con los puntos fundamentales de los que vas a hablar y que debes tener en el frontispicio…, bueno, dejemos esto. Seguramente, Pablito, incluso tú te darás cuenta de que muchos de los puntos son de carcajada, insostenibles, fatuos y fácilmente rebatibles, porque, en realidad, su objetivo es que, proponiendo lo mismo que la izquierda, aparezca como un discurso antagonista. Bueno, pues no-im-por-ta. ¿Por qué no importa? Porque juegas en casa y nadie te va a rebatir, así que no te azores porque no tienes que utilizar el intelecto del que básicamente careces, sino que, simplemente, tienes que leer en voz alta lo que tendrás delante de los ojos. En fin, aquí tienes las verdades absolutas a tener siempre en cuenta y que deben estar siempre en tu discurso:

• Verdad número 1: no hay derechas ni izquierdas. Hoy, lo que hay son populismos, así que vosotros, lo que queda de C’s y el Psoe sois homologablemente globalistas, que es lo que queremos ser todos.

• La Verdad, con mayúsculas, viene determinada por lo que marcan los fundamentos de la Unión Europea, UE en acrónimo español y GS en húngaro.

• Lo que pone en riesgo la Verdad con mayúsculas son los populismos. ¿Y qué es populismo? Pues todo lo que no seamos nosotros, esté a la derecha o la izquierda, arriba o abajo.

• Debes utilizar frases cortas que compartimos todos, susceptibles de transformarse en gusanos goebblesianos. Por ejemplo, “Frente a soluciones fáciles para problemas complejos, no podemos doblar la apuesta”. 

• Como queremos una Europa (y, si el maldito Trump no lo remedia, un mundo también) sin naciones, sin populistas –sea lo que fuere eso–, sin sentimientos de identidad y pertenencia y sin tendencias proteccionistas, hay que presentar semejantes monstruosidades como muros a derribar, que ya sabes que derribar muros es sinónimo de libertad, como en Alemania del Este.

• Y puestos a derribar muros, una mención a los inmigrantes se hace necesaria. Debes aprenderte esta frase de memoria, sin importar ni que la entiendas ni que sea una solemne majadería imposible de defender, puesto que tiene una prestancia fonética y plástica tan subyugante que, además de que nadie se atrevería a discutirla, le va a dotar de una prestancia tal a tu discurso como jamás habías imaginado que fueras capaz: "no hay muro suficientemente alto para impedir que 1.400 millones de africanos quieran tener una vida mejor".

• Métete en la cabeza esto: “los populismos (recuerda: todo lo que no seamos nosotros) ponen en riesgo los fundamentos de la UE y son incompatibles con los principios que construyeron Europa y son ellos los que están asolando las economías y la concordia civil de nuestras naciones”.

• ¿Es necesario especificar qué hay que hacer con quienes son incompatibles con la Verdad, los fundamentos históricos y responsables del empobrecimiento y la violencia en nuestros estados? No, porque es evidente: hay que aplastarlos, pero (1) sin explicarlo previamente y (2) con estilo europeo.

• Sobre medioambiente e ideología de género, que nadie te dé lecciones: todos juntos y yo el primero por la senda de la constitución, como dijo aquel.

• Finalizarás tu intervención con una sentencia: “los cuatro muros aludidos los derribaremos desde nuestros principios y valores sin complejos”. Cierto, valores no tenemos, que igual que planchamos un huevo, freímos una corbata, pero esto no le importa a nadie.

—En fin, Pablito, ¿te ha quedado claro el mensaje?

—Uf, esto me lo voy a tener que estudiar.

—Pues, sí, dale fuerte porque te va mucho en ello, que Bilderberg espera.

Tres días más tarde y ya pasada la gran prueba, Pablito se come las uñas nervioso, y pregunta a sus consejeros ¿qué tal, qué tal, qué tal?, ¿cómo lo veis?, ¿cómo ha salido?, momento en el que suena el teléfono.

—¿Sí? ¿Dígame?

—Fantástico, Pablito, has estado cumbre. Ya eres nuestro alfil. Enhorabuena.