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EDUCANDO PARA EL CAOS

Me cuentan de primera mano una anécdota de un instituto madrileño, uno de esos en los que desde hace treinta y tantos años se deforma a los jóvenes en una corriente de igualitarismo relativista sin límites. Una de las licencias habituales que esta corriente se suele tomar a discreción –aparte de, por ejemplo, permitirse vivir en la contradicción pertinaz y consciente– es la de dinamitar, siempre que sea conveniente para los propios intereses de esa corriente, la estructura jerárquica que es imprescindible para que el ámbito educativo tenga una mínima posibilidad de funcionar decentemente.

Este instituto madrileño vio cómo el servicio de inspección correspondiente invalidaba la propuesta horaria del equipo directivo porque estaba fuera de los límites de lo establecido por la ley, puesto que en esta propuesta una hora lectiva se veía reducida en cinco minutos para que el recreo pudiera durar treinta sin que la estructura horaria general del centro se tuviera que alterar. Ordenó la inspección que o bien se alterara esa estructura o bien se redujera el recreo en cinco minutos, pero que en cualquier caso el periodo lectivo no podía reducirse de lo legalmente establecido, lo cual, por otra parte, resulta ser una orden indiscutiblemente coherente.

Como parece ser que el director es un demagogo de esos que abundan por el ramo, la solución que anunció al claustro de profesores, y por ósmosis a todo el alumnado del instituto – y he aquí lo más grave–,  consistió en hacer sonar música por el sistema de megafonía a las 11 en punto, es decir, cinco minutos antes de la hora en la que sonaría el correspondiente timbre que anunciaba el final de la clase y el principio del recreo, que era lo ordenado por la inspección. De esta manera, con una sonrisita en los labios tan repugnante como la manipulación que se escondía detrás de ella, el director dejó la “responsabilidad” del cumplimiento en manos de los profesores, diciendo que ya sabían cuál era la hora oficial de salida, que era la que marcaba el timbre, aunque, naturalmente, con música desde cinco minutos antes,  todos sabían que la posibilidad de impartir el periodo lectivo hasta el final se hacía materialmente imposible. En definitiva, un acto evidente de insumisión encubierta y cobarde donde las haya, que además transcendió a los alumnos del centro, quienes supieron que el señor director –con desde luego mucha razón, que esto es lo que tienen de cómodo las decisiones de carácter populista– se había pasado por el arco del triunfo las órdenes directas de sus superiores, quienes venían a representar el papel del malo, opresor de los desfavorecidos. Todo muy de los tiempos que corren.

Contra esta escandalosa maniobra, ni en la barra del bar se oyó ni una sola palabra de crítica proveniente de los profesores, esos mismos profesores que se sumaron a la fiesta y a la sonrisita repugnante porque no sólo se beneficiaban de una reducción horaria, sino que además compartían la complicidad de insumisión encubierta como si fueran perfectos imbéciles del mayo del 68, todos contra lo establecido, prohibido prohibir y memeces al uso. Todo muy instructivo y muy educativo para los alumnos, que recibían el mensaje de que la jerarquía en el funcionamiento de los grupos debe respetarse sólo de manera selectiva y a conveniencia, lo que es un contradiós aquí y en el polo norte cuando quien la analiza es una mente medianamente equilibrada y no la de un lerdo manipulador carente de los más básicos principios. 

Imagínense, pues, de qué tipo de mensaje parece que se nutren día a día, clase a clase, estos chicos del futuro, que son ya los del presente, pues el producto de este estilo, de esta manera de entender la vida, viene fabricándose en los centros escolares desde el año 1982, con un círculo ya cerrado hace tiempo, pues son de profesores educados en este sistema de quienes se nutren y se nutrirán los centros educativos actuales y futuros. Desde este punto de vista, la situación no tiene solución porque el sistema se retroalimenta con su propio producto, entrando en un flujo de incremento constante dentro de un circuito cerrado. Aún queda el residuo de los colegios privados y concertados, muchos de ellos católicos, razón por la cual en la izquierda está presente de manera pertinaz esa obsesión por ahogar las posibilidades de supervivencia de dichos centros, con el objetivo último de su desaparición definitiva y permanente si es posible.

Al hilo de estos asuntos, hemos podido leer recientemente un par de noticias que constituyen dos ejemplos que elevan a categoría lo que acabo de contar, que alguien podría decir que es simplemente una anécdota. A la izquierda, con un criterio acertadísimo, siempre le ha parecido que la enseñanza es uno de los pilares más importantes cuando de transformar sociedades se trata. Por esta razón, en su momento se implantó la LOGSE, fábrica de ciudadanos igualitarios acomodados en la ubre estatal, llenos de demandas de unos derechos que naturalmente anteceden a cualquier obligación. Una vez establecida la tendencia general, se van concretando aspectos más particulares, de forma que un sistema desprovisto de excelencia, donde la responsabilidad, el esfuerzo y el cumplimiento han sido primero puestos en discusión y después definitivamente arrinconados en el desván de las antiguallas, empieza a recibir, ahora ya de manera explícita, el azote de la desidia estructurada. Así nos lo cuenta la noticia según la cual en la Comunidad de Madrid los partidos han presentado para el debate una proposición no de ley según la cual habría que reducir la carga de deberes en la educación primaria, que, como todo el mundo sabe, es lo que justamente necesitan los alumnos de hoy en día, menuda risa.

De ningún modo es esta una ocurrencia particular de este o aquel partido, sino que tiene, y es demostrable, un alcance global sin duda alguna. Detrás de esta propuesta, se esgrime como argumento –de tufo marcadamente comunistoide, tan arraigado en el ámbito educativo– que el trabajo fuera del aula requiere una supervisión que no todos los padres pueden  proporcionar a sus hijos, estableciéndose las correspondientes desigualdades que, como sabemos, son inaceptables en un mundo igualitario, ese que es la luz y guía de toda esta panda heredera del mayo del 68. ¡Como si no tuvieran suficiente con el estropicio causado en un país en el que, de la noche a la mañana, nos despertamos con la sorpresa de que hay siete millones, siete, de votantes comunistas o tontos del culo  (excluyentemente), siendo los segundos, muéranse del pasmo, la esperanza sobre la que fundamentar una reconducción de la situación que puede desembocar en un desastre de magnitudes incalculables! A todo esto, otros zumbado suben la apuesta y añaden que los deberes son “una intromisión ilegítima en la vida familiar de los demás”, y que deberían ser borrados del sistema educativo. Y, añado yo, a la pira con los profesores que se les ocurra hacer o decir, incluso pensar, cosa diferente. Ya sabemos cómo se las gasta esta jauría.

Por otro lado, y por si fuera poco, ahora sabemos que cada Comunidad Autónoma está haciendo lo que le parece oportuno con la LOMCE y sus reválidas, las cuales constituyen la quintaesencia de la maldad en esos mundos de Yuppie donde destacar, homologar y controlar los conocimientos es anatema digno de revisión inquisitorial y cámara de tortura. De esta manera, se pone en marcha un sistema de homologación que unos directamente ignoran, otros implementan a su manera particular y algunos, los menos, los llevan adelante siguiendo las directrices de quienes se suponen tienen la autoridad para proponerlas y hacer que se cumplan. Ni siquiera las comunidades del partido que aprobó la ley la van a respetar. En el ámbito educativo en concreto, es obvio que hacer unas pruebas de homologación que cada cual interpreta a su modo es como perder el tiempo olímpicamente. Lo grave es que, además, esta situación es una más que representa el estado de insumisión que vive un país en el que cada cual hace lo que le da la gana. Los catedráticos de esta asignatura de pasar por encima de la ley, como sabemos, siempre han sido los catalanes, pero aquí el más tonto hace relojes, así que el desbarajuste se ha extendido a todas las comunidades, y cada una hace lo que le peta en un proceso de cuarteamiento sin retorno. Esta situación de desorden, junto con el posible advenimiento de partidos totalitarios y populistas, es el preludio inequívoco de tiempos convulsos como no los conocíamos desde los años treinta. Ojo.  

COMENTARIOS [0]
[ pezuco ] ha dicho:
17-05-2016

 

Lo hemos dicho aquí repetidamente, el progrerío patrio quiere analfabetos integrales, personas que no piensen y sean fácilmente manipulables.¿Qué futuro tendrían los partidos progres en una nación donde los votantes supieran decidir críticamente a quien votar?.

¿Alguien se ha preguntado por qué Potemos allí donde gobierne en coalición exige mandar sobre la educación y la propaganda? Pues eso...

Lo que tan acertadamente nos trae aquí bg_rules no es más que un ejemplo, otro más, del progrerío educativo. Habría que preguntarse el futuro de España si estamos formando (deformando), así a nuestra juventud. Un futuro tristemente oscuro.

 

P.D. Recuerdo una pueba que hizo el gobierno de Madrid presidido por la Espe a los aspirantes a maestros y el resultado fue desolador. Casi nadie sabía ubicar los grandes ríos españoles, capitales de provincia, obras cervantinas... y esos pseudo-analfabetos están educando ya a los niños madrileños.

 

[ NickAdams ] ha dicho:
16-05-2016

Estaba viendo ayer una película francesa, de hace dos años, en la que uno de los personajes principales es un profesor de instituto, y la impresión que da es que el problema de la falta de exigencia en la educación no está limitado sólo a España sino que se extiende por casi todo el mundo occidental. 

Quizás aquí sea más grave por las características de la sociedad española, pero es este uno de los más claros síntomas de la decadencia de Occidente y no veo a nadie dispuesto a cambiar el sistema diseñado para concebir ciudadanos cada vez más blandos y acomodados.

 

[ wh ] ha dicho:
16-05-2016

Hay que agradecer a bg_rules que vuelva a tocar un tema tan importante en el presente y, decisivo, para el futuro de España. Un asunto que, como ejemplifica muy bien lo que se cuenta en la entrada, cada día se vuelve más difícil de solucionar porque muchos de los formados por la maldita LOGSE son ahora los que están al mando de los colegios, las consejerías de educación o el cuerpo de inspectores. Pero eso no es lo peor, lo peor es que crece como la espuma el número de profesores “logsianos”, y son esos los que, al final, garantizan que la epidemia se siga extendiendo.

Mi apoyo total a esos profesiones -que deseo que aún sean bastantes-, que siguen educando, hasta donde estas leyes lo permiten, con el nivel de exigencia y calidad que su sentido de la ética y la responsabilidad le demandan.

La falta de firmeza para volver tener a una educación de calidad será un baldón eterno para los dos PPs que han gobernado con mayorías absolutas, el de Aznar y el de Rajao Blandoy.

Y como lleguen los populistas comunistas al poder, se irá definitivamente todo a la mierda. 

[ Marcus48 ] ha dicho:
16-05-2016

¡Cuánta razón tienes en todo tienes, amigo Bg_Rules! Yo también soy de los que pienso -desde hace unos cuantos años, doce para ser más exactos, que esto tiene muy pala pinta y que, o se la da -le damos- un giro de 180º a la situación creada en todos los ámbitos pero, muy especialmente en el educativo, o estamos abocados a un desastre de dimensiones siderales. A buen entendedor.....Un abrazo