1ª Parte:

Será esta la primera vez que, de forma experimental, comienzo la crónica de un partido al final del primer tiempo, por ello sin saber cuál será el resultado final. La razón es que, según entiendo yo cómo funciona el Real Madrid como club, la primera parte refleja la realidad que nos aflige, que es posible -ojalá- que sea mitigada en la segunda parte gracias al talento de este u otro jugador, pero no desde luego como consecuencia de una manera definida, planificada y sistemática de funcionar como equipo. Porque el Real Madrid sigue siendo un equipo de cartón piedra.

De repente, todos han empezado a cantar las maravillas en una situación de la que el último que tenía que reivindicar algo era el propio Real Madrid, porque el Real Madrid tenía (aún tiene) algo que decir en esta liga exclusivamente como consecuencia de las calamidades del Barcelona. En otras palabras, es un equipo a remolque. De manera que, una vez que el Barcelona ha puesto incomprensiblemente en cuatro semanas una alfombra roja a ver si alguien se anima a transitarla, cuando el protagonismo de la situación recae en nuestro equipo, aparece lo que realmente hay debajo: la imprevisibilidad absoluta.

Salió bien el equipo en los cinco primero minutos, hasta que Calamity Danilo se volvió a reivindicar como aspirante a paquete universal y próxima cabeza rodante en el mes de junio. Dos cantadas suyas propiciaron un cero dos que puso las cosas como realmente nos merecemos en términos generales, porque, repito, nuestras aspiraciones a ser campeones de liga existen a pesar de nosotros mismos y exclusivamente por la pájara del vecino.

En estas condiciones, donde se olía un adiós definitivo a la liga, el Madrid no fue capaz, no sólo de dar la sensación de poder remontar, sino de ni siquiera poder mantener el resultado. Algunos centrocampistas, Kroos principalmente, han mostrado una desidia en momentos claves, viendo pasar el balón delante de sus narices adoptando el papel del observador que analiza pero no interviene, al ser lo segundo mucho más esforzado y arriesgado que lo primero.

En ataque, quien se supone era nuestro hombre bombilla lúcida, se ha dedicado a hacer lo que habitualmente hace, que es siempre lo mismo, de forma que no sorprende a nadie y solo tiene éxito una de cada cien veces, que es aquella en la que su talento le permite que le salga el caracoleo de turno. Todos sabemos, de previsible que es, qué va a hacer a continuación y, por lo tanto, no sorprende ni a los grillos. De Isco, sin ninguna duda, hay de deshacerse, que buena pasta puede darnos. El City me parece un lugar ideal para que haga perder el tiempo con su juego de pólvora de artificio.

De esta primera parte, sólo dos gestos merecen ser alabados: el de la cabeza de Bale marcando el 1-2 y, sobre todo, el del propio Bale saliendo como una flecha a coger el balón del fondo de la red para ganar tiempo. El resto, mientras, miraba con la pachorra habitual. Será que es británico el muchacho. Jesé, por otro lado, casi mejor que salga con la camiseta de equipo contrario en la segunda parte, porque más no merece. Veremos qué pasa.

2ª Parte:

A pesar de que finalmente el equipo sacó los puntos adelante, la segunda parte, mucho más presentable en actitud, terminó siendo, como la primera, fiel reflejo de este equipo de cartón piedra. ¿Por qué la actitud de ciertos jugadores varía tanto dependiendo de las circunstancias? Y hablamos de actitudes, porque de resultados es otra cosa. Isco, que en la segunda parte tuvo muchísima más presencia porque alguien le ha debido de decir que aquí se sale a dar un poquito la cara, dio una segunda parte, como la primera, penosa, pero esta vez  con presencia. Es un jugador realmente tóxico que ralentiza el juego y no compensa. No crean que le tengo manía, mencionándolo tantas veces para mal. Simplemente empujo a ver si se anima a buscar alguien que le comprenda. Su presencia como titular en vez de James es, en mi opinión, sorprendente. 

En el polo opuesto, un Bale imperial, que cumplió lo que ya anunció cuando fue a recoger el balón del fondo de la red al marcar su primer gol. Se echó el equipo a la espalda hasta que dio la vuelta al marcador con su tercer gol, después de que Vázquez, con cabezazo magistral, volviese a reivindicarse, no tanto por su importante gol como por su juego y su actitud.

Se produjo una situación a mitad de la segunda parte de estas típicas del fútbol, que es el deporte más marrullero de todos y donde más ventaja se le da al infractor. Me refiero a esa jugada donde a Lucas le dan un viaje de tarjeta roja inmediatamente después de que le hubieran agarrado y roto la camiseta. Al final, en vez de tener un jugador del equipo contrario con amarilla por agarrón y otro con roja por falta alevosa, lo que quedó es una jugada de peligro abortada, el jugador madridista en la banda –y nuestro equipo con diez– esperando a una camiseta nueva porque el nivel de exigencia de moda y estilo del árbitro no permite un rasgón de dos centímetros, mientras el de la roja que no fue andaba descojonándose con su amarilla, tan contento.

En otro orden de cosas, quiero hacer una mención especial a Kroos, ya mencionado anteriormente por su primera parte de desgana germánica. En mi opinión, es un jugador indigno de nuestro equipo. Observen su manera de reaccionar en el minuto 26, con el partido en el alero, cuando le pasan de mala manera un balón al que no puede llegar, que se lo lleva un jugador del equipo contrario a diez metros de nuestra área, montando un contraataque de máximo peligro, mientras el alemán trota como caballo percherón recién comido. En mi libro, eso es suficiente para abrirle la puerta y que se vaya con su trote gorrinero al mismísimo carajo o donde lo quieran soportar. Lo peor de todo esto es que, lamentablemente, lo descrito se ha convertido en una característica permanente de su perfil de jugador.

Al final, visto lo visto, parece que el riesgo de esta crónica en dos pasos era menor del que se pudiera pensar. En el descuento, cuando ya se había conseguido dar la vuelta al marcador, tuvo el contrario la oportunidad de mandar las aspiraciones del Madrid al limbo, en un balón muerto en medio del área que el jugador del equipo contrario mandó a las nubes. No siendo un equipo fiable, que presenta tantas caras tan diferentes en actitud y juego, se convierte en una cáscara de nuez al pairo de lo que pase a su alrededor, dependiendo más del resto que de sí mismo. Cartón piedra, en definitiva. Cierto es que otros, en crónica más amable, podrán cantar las alabanzas de un equipo que supo superarse tras un dos cero. Muy cierto, muy cierto…

Ah, por cierto, el equipo contrario era el Rayo. Vallecano, para ser exactos.