Había un aspecto de Florentino Pérez que, aun siendo el único, al menos era uno, y que a mí me parecía positivo en cierta medida. Me refiero a sus modos, los de un hombre afable y educado que siempre había evitado presentar una imagen manchada de fango y estridencias. Este aspecto, formalmente deseable, de tan hipertrofiado nos ha llevado a menudo a representar el papel del tonto del grupo, de forma que, a cada asalto arbitral, federativo o farselonista, la respuesta del club era un leve hilo de pseudo-protesta contenida, sólo en aquellos días que tocaba presentar la cara más fiera, claro; cuando se trataba de uno de los otros días, los días Platero, los suaves y de algodón, sencillamente, para regocijo del enemigo, lanzaba al ruedo al gladiador Butragueño, que es nuestra particular madre Teresa de Concha Espina. Hoy, por medio de una nota oficial, Florentino Pérez ha mostrado su lado más Hyde, ese que ninguno dudábamos que tenía escondido tras esos modos afables, como corresponde por definición a cualquier tiburón de los que pululan por el panorama de los negocios con aspiraciones a tener éxito.

En esa nota oficial, además de darle una patada en el culo a Lopetegui, ese entrenador sin currículum que, no lo olvidemos, el propio Florentino trajo al club siguiendo, según parece, los consejos del rey de Camas y su camarilla de la selección, ha hecho un repulsivo ejercicio de mal estilo y ventajismo aludiendo a los ocho magníficos, esos ocho jugadores que, además de estar nominados al Balón de Oro, llevan haciendo el ridículo en el noventa por ciento de los partidos que juegan desde hace años, reservando sus esencias para el diez por ciento restante, que son algunos, que no todos, de los disputados en la CHL. Literalmente, la nota de este dolor de presidente dice que “La Junta Directiva entiende que existe una gran desproporción entre la calidad de la plantilla del Real Madrid, que cuenta con 8 jugadores nominados al próximo Balón de Oro, algo sin precedentes en la historia del club, y los resultados obtenidos hasta la fecha”. De ello se deriva, obviamente, que el petardo de toda esta historia es Lopetegui. Que Lopetegui es un petardo nadie lo cuestiona, así que en esto vendríamos a estar de acuerdo con la nota. Lo que ya no parece tan adecuado es hacer leña del árbol caído de manera tan innecesaria como explícita, de paso haciendo un ejercicio de prepotencia digno del tipo más megalómano que uno imaginarse pueda.

Pero, además, incluso siendo un dato objetivo el de que tenemos ocho nominados a no sé, el planteamiento es falaz como todo lo que rodea a este señor de las buenas maneras y el marketing enfermizo. Doña Suavidad parece olvidarse de que, el año pasado, la liga la teníamos tirada a la basura en noviembre, que es como decir pasado mañana. El año pasado, además de los ocho magníficos, pero un año más jóvenes, teníamos a un insufrible ególatra que marcaba cincuenta goles por temporada. Es decir, que teníamos mucho más que este año. Si en las semifinales de CHL no hubiera aparecido la virgen que protege a nuestro club, encuentros en los que, de cien veces que pase, noventa y nueve nos quedamos fuera, la temporada habría terminado en noviembre, respecto a la liga; no sé cuándo, respecto al ridículo de la Copa, y en esas semifinales que resultaron milagreiras, respecto a la CHL. Sólo y exclusivamente el azar de la pelotita permitió a ZZ salvar su cabeza. Florentino, que, como buen resultadista, es un tramposo como la copa de un pino, pretendió hacernos creer que ZZ era genial y su Madrid, con sus cuatro copas, estaba marcando una época. Tanta época estaba marcando y tan genial era todo que ZZ, que es un tipo listo y decente, viendo la basura que había en ese vestuario, tomó la decisión de (1) manifestar explícitamente su preferencia por el título de liga y (2) tomar las de Villadiego y ahí te quedes, Florentino, con tus ocho balones de oro falso nadando en el detritus.

De todos los balones esos, el más orondo y viscoso es Ramos, justamente el elegido por Florentino como referente del club. Hablamos del jugador que echó, a medias con el Topo, a lo mejor que ha pasado por el Bernabéu en el capítulo entrenador; el mismo que solicitó que viniera Lopetegui para poder dar las órdenes él y tener carta blanca para tirar penaltis, faltas y hacer excursiones al puesto de delantero centro cuando le apetecía; el mismo que en un entrenamiento reciente ridiculizó violentamente dando dos balonazos, dos, a un compañero en posición inferior; el mismo que, en definitiva, ha tenido, para contribuir al equilibrio y la tranquilidad, los reales cojones de mandar un órdago al entrenador posible sustituto de Lopetegui dándonos a todos una lección de sabiduría diciendo que el respeto no se impone, sino que se gana, clásica reflexión de superficial profundidad típica del lerdo de turno con ínfulas. Con tipos como tú, Ramos, el respeto se manifiesta de una sola posible manera: dándote una patada en el culo y mandándote a la grada para los restos. El gran cáncer del Madrid es Florentino, y con él, el tipo este que dice jugar de central, el mejor del mundo para ser exactos. Si permanece Florentino, como parece inevitable, la única manera de reflotar esto medianamente sería limpiar el vestuario de todas las Camas pestilentes, estamos hartos de decirlo una y otra vez. Está claro que es un problema irresoluble porque esa pestilencia existe precisamente porque Florentino permanece. De momento –esto sí hay que reconocerlo–, el magnate nos ha levantado la ilusión para lo que queda de temporada poniendo a Solari de subordinado de Ramos. O sea, suma y sigue. Antes que después, por favor, vete a tomar sopas, Florentino, tú y tus ocho magníficos. Aire fresco, por favor. Ya.